Una dehesa de encinas y quejigos centenarios, acompañada de bosques de olivos, dibuja un manto verde alrededor de las cumbres del Parque Natural Sierra Mágina. Allí donde se levantan los vestigios en piedra de la que fue una de las fortificaciones clave para la defensa del paso fronterizo entre Granada y Jaén en época andalusí. El Castillo de Mata Bejid, en Cambil (Jaén), es una entre tantas muestras de la profusa arquitectura defensiva de la provincia, moldeada a partir de un incesante devenir pendular entre guerra y paz, entre conquista y reconquista, entre el auge del poder político de al-Ándalus y el del Reino de Castilla. La historia de la Reconquista no solo está en los libros, también se escribió en las piedras jiennenses.
Jaén fue codiciada tierra de frontera con pasos estratégicos entre formaciones montañosas, como las que jalonan Mata Bejid al norte y nordeste. Se trata de un entorno de fuertes pendientes, que llegan a alcanzar los 2.000 metros, y son el nexo entre la actual provincia de Granada y el Alto Guadalquivir a través del valle que conforman los ríos Cambil, Oviedo y Campillo. De este pasado fronterizo ha quedado un legado de batallas decisivas y la mayor concentración de arquitectura defensiva de Europa. Algunas de estas joyas se conservan en su totalidad, otras permanecen en pie solo parcialmente, sin haber perdido por ello su valor cultural y turístico, que se multiplica cuando se localizan en espacios naturales singulares.
Impulsar la investigación arqueológica de estas fortificaciones y ponerlas en valor es una de las líneas de trabajo que la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía ha planteado para el nuevo marco financiero europeo. Dentro de esta estrategia, un exhaustivo estudio diagnóstico, junto a una intervención arqueológica, acaba de llevarse a cabo en el Castillo de Mata Bejid.
El trabajo ha documentado 127 registros de materiales constructivos, vidrio, metal y estructuras emergentes, 47 de ellos de carácter cerámico, cuyo estudio apuntaría a un origen almohade -dato corroborado por investigaciones anteriores- y a una posterior efervescencia y reconstrucción cristiana. Así, la torre sur es una antigua edificación almohadeque fue la base para levantar una torre cristiana, pasando de la técnica del tapial a la mampostería. Esta estrategia de refuerzo de defensas en puestos fronterizos ya había sido estudiada en otros puntos de la geografía jiennense, como la torre de Giribaile, pero aquí, además, se ha corroborado por la aparición de un revestimiento a dos caras en el paño de la torre primitiva.
La investigación recomienda intervenciones para conservar las estructuras emergentes, así como un sondeo en la ladera oeste del recinto, donde se ha hallado gran cantidad de material cerámico y constructivo y se localizaría gran parte de la muralla.
El origen de Mata Bejid parece ser, por tanto, un recinto amurallado almohade-nazarí erigido entre los siglos XII y XIII, que solo tendría una torre y un aljibe para almacenamiento de agua, documentado en este estudio. Su segunda fase de construcción se produciría alrededor del siglo XIV por parte de los cristianos, con el alzado de un nuevo castillo sobre las estructuras anteriores, como se observa en el refuerzo de la torre de tapial con gruesos muros de mampostería.
La conquista de Sierra Mágina fue un proceso muy lento, con numerosas razias y cabalgadas y una alternancia constante entre la hegemonía de las huestes musulmanas y cristianas que dominaron solo efímeramente las regiones, sus castillos y aldeas hasta el siglo XV, cuando las tropas castellanas consiguieron hacerse definitivamente con el territorio. En uno de los momentos de dominio cristiano se debió producir la construcción de la torre del homenaje y el recinto fortificado que uniría las dos torres de Mata Bejid.
En 1238, tras un periodo de tregua entre musulmanes y cristianos, el Rey castellano Fernando III ‘el Santo’ reunió sus tropas en Andújar para frenar el auge del emir de Granada con ataques que le permitieron alcanzar sus puertas, al conquistar La Guardia, Pegalajar, Mata Bexix y Carchena, actual Carchelejo. Cuando estalló la Guerra Civil Castellana entre Pedro I y Enrique II, el sultán nazarí utilizó las pugnas como excusa para ayudar a Pedro I.
Así, a partir de 1366 una serie de campañas por el territorio jiennense permitieron al Reino Nazarí recuperar las plazas fuertes de Sierra Mágina, Bélmez, Cambil, Alhabar, y posiblemente, Mata Bejid, según han apuntado algunos investigadores. De hecho, consta que esta fortaleza pasó a manos nazaríes en 1368 y en 1438 fue tomada de nuevo por las huestes cristianas, sucediéndose los continuos ataques. De este modo, mientras en 1438 el noble y poeta Íñigo López de Mendoza -el que sería más tarde Marqués de Santillana- se impuso de forma definitiva en el Castillo de Huelma, la toma cristiana del paso del Guadalbullón, con los castillos de Arenas y Mata Bejid, fue solo temporal. El control del Castillo de Arenas se cedió en 1449 y Mata Bejid fue saqueado y asaltado por los nazaríes en 1456 para quedar con Cambil, Alhabar y Arenas en este reino hasta su conquista por parte de los Reyes Católicos en 1485.
Después de las guerras, muchas poblaciones abandonaron las zonas escarpadas e inaccesibles para colonizar valles y vegas más aptos para el cultivo. Es lo que ocurrió con Mata Bejid cuando, tras pasar por varios propietarios, fue entregado a Jaén por la Reina Juana, ya totalmente abandonado y semiderruido. Posteriormente se instaló en él el cortijo del Castillejo, construido en parte con piedras de la fortificación, cuyos vestigios permanecen en pie junto a los restos del Castillo, que fue dedicado, posiblemente, a la cría porcina. En 1862, tras varios intentos, la finca fue desamortizada y el cortijo fue ampliándose y modificándose hasta nuestros días.
Desde la sierra jiennense que conquistó y retrató en sus ‘Serranillas‘ el Marqués de Santillana, sobre el monte, ahora silencioso y apacible, la fortaleza de Mata Bejid nos habla de una convulsa tierra de frontera. Testimonio en piedra de la evolución de la poliorcética, el arte de atacar y defender las plazas fuertes. Tan fuertes que, de una forma u otra, se mantienen en pie y suponen una oportunidad para atraer a Andalucía a amantes de la historia, la naturaleza y la literatura.
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