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Una hormona podría ser el biofertilizante alternativo a los abonos tradicionales

Una hormona podría ser el biofertilizante alternativo a los abonos tradicionales

Un equipo de investigación de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC), en colaboración con el Grupo de Alelopatía de la Universidad de Cádiz, el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y el Instituto de Botánica de la Academia de Ciencias de la República Checa (República Checa) ha propuesto el uso de una hormona como biofertilizante alternativo a los abonos tradicionales.

Según ha informado la Fundación Descubre, estos compuestos biológicos, las estrigolactonas, «sirven de alerta cuando la planta sufre un déficit nutricional». A esta ‘llamada de auxilio’ «acuden microorganismos beneficiosos del suelo para proteger y aportarle los nutrientes que necesita para crecer sana».

Por este motivo, los científicos han propuesto el desarrollo de abonos que empleen esta hormona como bioestimulante para mejorar el crecimiento de los cultivos y los protejan de microbios patógenos.

Alternativa a fertilizantes tradicionales

Además, han sugerido que su estudio, titulado ‘Strigolactones: New players in the nitrogen-phosphorus signalling interplay’ y publicada en Plant, Cell & Enviroment, «puede emplearse para desarrollar nuevas estrategias de cultivo que reduzcan, además, el uso de fertilizantes tradicionales» porque «éstos suplen las carencias nutricionales, pero al mismo tiempo bloquean la capacidad de la planta de emitir señales de alerta e interactuar con el entorno natural y los microorganismos del suelo, como lo haría de forma natural».

Además de suponer un mayor gasto económico, la Fundación Descubre ha detallado que el empleo de fertilizantes químicos es más nocivo para el medio ambiente, dado que degradan los suelos y pueden contaminar los acuíferos; es decir, masas de agua subterránea que puede consumir el ser humano. Por el contrario, los métodos que proponen los investigadores son más sostenibles y menos contaminantes.

En esta investigación, el equipo ha analizado los beneficios de las estrigolactonas cuando la planta sufre falta de fósforo y nitrógeno. Sin estos nutrientes, «el vegetal reduce su crecimiento, produce menos frutos y semillas, y se debilita su capacidad defensiva ante microorganismos patógenos» y, «si el déficit es muy severo, la planta muere».

Las estrigolactonas tienen la capacidad de señalizar esta falta de nutrientes y hacer que la planta responda. Al mismo tiempo, «sirven de ‘llamada de auxilio’ a la que acuden microorganismos beneficiosos del suelo, como hongos y bacterias» que «están presentes en la rizosfera -la parte del suelo en contacto con las raíces-, aportan los nutrientes que la planta necesita y la protegen de agentes patógenos».

Simbiosis beneficiosa

«Es una relación de simbiosis, en la que la planta ‘alimenta’ a los microorganismos y éstos le aportan fósforo y nitrógeno para que pueda continuar desarrollándose», ha explicado el investigador de la Estación Experimental del Zaidín, Juan Antonio López.

Para comprobar los efectos de las estrigolactonas en los cultivos, los científicos crecieron plantas de tomate con distintas combinaciones nutricionales durante 6 semanas: en condiciones óptimas, con reducción de fósforo, de nitrógeno y con disminución de ambos nutrientes.

Así, los científicos valoraron «los efectos físicos que provocaban los déficits nutricionales en la producción de estrigolactonas y a nivel fisiológico en la planta, por ejemplo, las plantas con una reducción de ambos nutrientes presentaban un crecimiento mucho más lento, eran más débiles ante microorganismos patógenos, las hojas estaban más amarillentas y, en general, presentaban un aspecto mustio».

Los investigadores han añadido, además, que el vegetal «aumenta aproximadamente un 20% su capacidad de fotosíntesis a cambio de realizar su ‘señal de llamada’ y atraer a los microorganismos que suplen la deficiencia nutricional». Una vez que estos hongos y bacterias beneficiosos están presentes en la rizosfera y colonizan la planta, «fortalecen sus raíces, la alimentan para que crezca sana y la protegen». De este modo, «la planta puede adquirir nuevos nutrientes de la tierra y sobrevivir a largo plazo».

Fuente: Europa Press