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Juan Pedro Jiménez Mancha, un pintor cordobés con dos Ironman

Juan Pedro Jiménez Mancha, un pintor cordobés con dos Ironman

Ana Rodríguez. «Buenos días. Me llamo Juan Pedro y soy pintor. Con más de 30 años en el oficio, sólo por horas, algo habré aprendido». Con estas palabras, sencillas y divertidas, se presenta Juan Pedro Jiménez Mancha los viernes bien de mañana en las reuniones de networking por referencias a las que asiste en Córdoba desde hace ya una década.

Comenzar cada viernes del calendario a las 5.30 horas no le pesa. Sabe que esos madrugones el último día de su jornada laboral semanal merecen la pena. Sabe que hace no mucho tiempo le salvaron de llegar a una situación económica crítica. Así que, cuando suena el despertador, el recuerdo de penurias de tiempos pasados le invita a dar un salto de la cama y esbozar una sonrisa. Todo esfuerzo tiene su recompensa.

Una crisis, un cambio de vida

Juan Pedro Jiménez, JuanPe para los amigos, es pintor ‘de brocha gorda’. Nacido en Córdoba, criado en el barrio de Santa Rosa, y afincado en Montemayor desde adolescente, siendo el mayor de tres hermanos tuvo la responsabilidad de contribuir al hogar desde joven. Así, con 15 años empezó a trabajar en la empresa de su padre, Juan Jiménez Mata, también pintor, de quien aprendió el oficio.

El padre de JuanPe, Juan Jiménez Mata. De él aprendió el oficio.

En 2002 decidió comenzar su propia aventura empresarial. Quería volar solo y hacerlo fuera del pueblo, poniendo el objetivo en clientes de la capital cordobesa. Tras casi 15 años a la vera de su padre, dominaba a la perfección un arte que había aprendido de manera ‘artesanal’ y en el que cada vez se incorporaban más innovaciones de las que también estaba al día.

Los comienzos de su negocio fueron buenos, consiguió clientes en Córdoba y la cosa marchaba bien… hasta que estalló la crisis de 2008. «Me quedé sin trabajo», recuerda el empresario, pero lejos de venirse abajo supo ver en aquella situación una oportunidad. Como él mismo explica «en vez de estar en casa llorando, empecé a salir con la bici y a correr. Me puse a entrenar y eso me hizo cambiar el enfoque de la vida y mi manera de organizarme. Cambié mis hábitos, hasta empecé a relacionarme con otro tipo de gente. Fue algo maravilloso. A lo mejor lo deseaba de antes y quedarme sin trabajo fue la excusa para hacerlo«.

Aquel punto de inflexión lo llevó, por un lado, a competir a nivel deportivo. Primero en carreras populares y luego en maratones y triatlones de todas las distancias, hasta que se atrevió con una de las pruebas de resistencia más duras y no aptas para todos los deportistas: un Ironman… y lo logró. De hecho, no contento con haber superado este tipo de triatlón que combina ciclismo, natación y carrera una vez, se animó a completar otro más de forma casi consecutiva. Una hazaña de la que se siente muy orgulloso y que demuestra su espíritu de trabajo, sacrificio y superación.

Difusión a la antigua usanza: el boca a boca

El otro camino por el que llevó la crisis a JuanPe fue el descubrimiento del networking por referencias, gracias al cual consiguió volver a levantar su negocio de pinturas. «A raíz de cambiar de vida empecé a ver alternativas y una fue cuando me invitaron a una reunión de BNI. En aquella sesión había gente que me conocía porque había sido subcampeón de triatlón y me habían visto en redes sociales. Sin más publicidad que la que me di yo mismo aquel día, aquellas personas empezaron a hablar de mí a sus contactos y empezaron a darme trabajo», explica Jiménez.

Juan Pedro Jiménez Mancha, un pintor cordobés con dos Ironman
Dos de los trabajadores de la empresa de pintura Juan Pedro Jiménez.

JuanPe invirtió «los últimos dineros que me quedaban» en sumarse a aquella red de networking, en la que comenzó además a hacer cursos para aprender a presentar su negocio o hablar en público. «Siempre tendré una deuda pendiente con ellos. Me ayudaron a levantarme cuando estaba en una situación económica grave. Ahora, cada vez que veo que me va demasiado bien, miro atrás para darme cuenta de lo mal que estaba. Eso me hace no menospreciar nunca a nadie, ni al más mínimo trabajo, por muy bien que me vaya», asegura emocionado el cordobés.

Desde hace varios años, Jiménez no ha parado de aceptar encargos, el 90% en Córdoba capital. Clientes nuevos, antiguos que siguen confiando en él, otros que lo referencian a amigos y familiares… el boca a boca de toda la vida le ha valido para mantenerse a flote, ya que JuanPe ni siquiera tiene web o perfiles en redes sociales.

Por otro lado, la actual crisis sanitaria le ha traído más encargos a Jiménez: «la gente se tiró a la aventura de pintar por su cuenta durante el confinamiento y me han dado mucho trabajo. He tenido que solucionar bastantes papeletas», afirma divertido.

El deporte cambió la vida de Juan Pedro Jiménez.

Reciclarse o morir

Cuando empezó a trabajar con su padre, JuanPe hacía todo, empezando por la propia pintura con los polvos que vendían en las droguerías. Por entonces las paredes de las casas eran en su mayoría de papel pintado -enlucían así las paredes de cal- o de gotelé, técnica que sirve para disimular las imperfecciones en los acabados. Con el tiempo aparecieron las pinturas plásticas, las máquinas que proyectan pintura, proliferó el pladur… Nuevos productos y herramientas que han requerido un reciclaje por parte del cordobés.

«Los jóvenes pintores de ahora no llegan a aprender el oficio. Ellos echan pintura en la máquina y proyectan en plástico liso, que es lo que utilizan en pisos de nueva creación. Por eso yo me dedico principalmente a viviendas que no sean de obra nueva, aunque también me llaman de éstas para arreglar malos acabados», explica JuanPe.

La empresa de Jiménez da servicio a particulares y pequeñas empresas de construcción. Además de pintar, llevan a cabo impermeabilizaciones de azoteas, rehabilitaciones de fachadas, patios, azoteas y trabajos exteriores, interiores y verticales, así como mantenimiento de bienes embargados de bancos.

Durante todo el año, en Jiménez Pinturas y Barnizados mantienen un horario de mañana, con el objetivo, comenta JuanPe, de «ser discretos y molestar lo menos posible. Que el pintor esté por medio a la hora de comer en una casa creo que es una torpeza».

El objetivo del cordobés es conseguir cumplir con el encargo en el menor tiempo posible y que el trabajo esté bien hecho para ganarse la confianza de quien lo contrata. «Intento hacer cualquier trabajo, más grande o pequeño, con el mismo cariño porque de una habitación bien hecha sale un cortijo si la persona queda satisfecha y te recomienda a otros», razona Jiménez.

Dos hijos, una meta

Ahora que todo parece marchar bien, y tras los primeros meses de nueva normalidad, el pintor ha vuelto a entrenar, aunque su verdadero objetivo en estos momentos se focaliza en dos personas: su hijo de 19 años, estudiante de Derecho, y su hija de 15. JuanPe se siente orgulloso de ellos y reconoce que «una de mis grandes metas es que estudien. A mí me tocó trabajar, era joven y lo que quería era tener un empleo. Luego te das cuenta de la falta que hace tener una formación. Si pudiera volver atrás, estudiaría, aunque luego hubiese seguido igualmente con mi padre».

Entre paredes y brochas, JuanPe sigue esforzándose por sacar adelante su negocio, a su familia y algo de tiempo para dedicar al deporte que tanto le aporta. Su manera de afrontar la adversidad es un ejemplo para muchos pequeños empresarios y trabajadores que actualmente pasan por un bache. Recuperarse y seguir adelante es, en gran medida, cuestión de actitud y de búsqueda de alternativas.