Isabel de Castro. La Ciencia, aspira a resolver los problemas del ser humano y en especial mejorar su bienestar. En la actualidad existe una importante brecha de comunicación entre la comunidad científica y la sociedad. Ello está motivado, al menos en parte, por una falta de formación del científico en competencias comunicativas, lo cual se ve agravado porque nuestra sociedad no percibe la ciencia como parte de la cultura. Un ejemplo de ello se ha puesto de manifiesto durante la pandemia COVID, donde han aparecido movimientos negativistas en torno a las medidas preventivas para la difusión del COVID, lo cual confirma una vez más la brecha existente entre la ciencia y la ciudadanía. Es cierto que la responsabilidad de fomentar y marcar las directrices de la cultura científica debe recaer en los gobiernos y las instituciones dedicadas a ello, si bien quien ejecuta las acciones son los centros donde se desarrolla la ciencia tales como universidades, centros e institutos de Investigación. En estos lugares, donde trabajan los científicos, donde se desarrollan los proyectos, donde se genera el conocimiento, reside el protagonismo y la autoría científica. Por eso, es esencial que los profesionales de la ciencia participen en la labor de divulgación ya que nadie mejor que ellos conoce la importancia del conocimiento que generan y su repercusión.
Una cuestión importante es que la actitud distante del científico hacia la comunicación divulgativa se apoya en reticencias ante la necesidad de dedicar parte de su escaso tiempo a esta tarea, quitándolo de su labor investigadora, con menoscabo de sus logros y méritos curriculares y que tampoco sea demasiado reconocido por los colegas, en épocas de alta competitividad. En estas condiciones no se les puede exigir mucho, y aunque existe cada vez más concienciación del problema. Por ello una de las estrategias más consistentes para contrarrestar dicho negacionismo es la divulgación basada en una información de base científica que divulgue y transfiera a la sociedad los avances que sustentan su propio bienestar, fomentando el debate y la participación crítica. Hasta época reciente la comunidad científica ha vivido de espaldas a esa realidad, aislacionismo que explica la importante brecha de comunicación entre su actividad y la sociedad receptora de sus avances
A partir de la simbiosis entre científicos y profesionales de la comunicación, se puede generar una red que se extienda a grupos de la sociedad sensibilizados que potencien los mensajes y ayuden a generar ese interés por una actividad tan esencial como la investigación científica y sus aplicaciones. Si trasladamos el problema a un área especialmente sensible como es el de la salud, todavía la importancia de trasladar la ciencia a la ciudadanía es más relevante. En el área biomédica, se necesita la implicación conjunta de los centros de investigación, hospitales, investigadores, profesionales de la salud y la comunicación, junto con la implicación de los propios pacientes. Solo así se generará una corriente crítica lo suficientemente potente para incrementar la cultura científica, mejorando la educación científico-técnica y trasladando la necesidad de conocer los valores de la ciencia y a través de ella promover la educación en salud.
Precisamente la pandemia antes referida ha despertado un creciente interés por la ciencia biomédica y por tanto es un momento ideal para intensificar la actividad divulgadora que surgió en España en los últimos años, promovida por distintas instituciones (FECYT, ISCIII, o el Programa H2020 de la Unión europea, entre otros). En nuestro país hay ya centros donde la divulgación científica está profesionalizada y enmarcada dentro de los planes estratégicos de los mismos. Estos centros sobre todo se encuentran en las dos grandes comunidades, Madrid y Barcelona. Pero cabe destacar en Andalucía el caso del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC), un Instituto joven, de 12 años cuya actividad ha crecido exponencialmente en los últimos años y que cuenta con una estrategia potente de divulgación y educación científica con acciones diferentes para todo tipo de públicos: alumnos pre-universitarios, centros de mayores, colegios de profesionales, pacientes, personal sanitario, población infantil, etc. De hecho este año han recibido el premio nacional de Investigación e Innovación Responsable (RRI) otorgado por el Instituto de Salud Carlos III, en su primera edición, junto con dos grandes centros de investigación como lo son la Fundación Jiménez Díaz (Madrid) y el Instituto del Hospital del Mar (Barcelona).
Durante la pandemia, el Instituto ha lanzado una campaña de educación científica bajo el nombre “Ciencia a dos metros” que a nivel de comunicación tiene un formato muy interesante, ya que consiste en un “face to face” entre investigadores clínicos (médicos) e investigadores fundamentales (biólogos, químicos, veterinarios, biotecnólogos, etc) donde se tratan, en un lenguaje sencillo y entendible para todos los públicos, temas de interés social como los avances en investigación y tratamientos de muchas patologías, la innovación tecnológica, el papel que juega la telemedicina en la práctica clínica o la importancia de la colaboración público-privada en todo sistema sanitario, entre muchos temas. Se trata de un serial de 20 vídeos. Todos ellos cuentan con una versión corta y una versión completa del encuentro entre los científicos.
Esta acción ha sido referenciada en el último libro del prestigioso investigador José Ramos Vivas “Manual de Comunicación Científica”.
Este tipo de acciones de comunicación vienen ya bien exigidas por la nueva concepción de la gobernanza científica basada en Investigación e Innovación Responsable (RRI), iniciativa de la Comisión Europea que pone de relieve la necesidad de conectar a la sociedad con la construcción del contexto científico-tecnológico, de tal forma que sea parte activa en su definición, desarrollo y validación. Se trata de un cambio en la forma de comprender la Ciencia, no sólo desde una dimensión instrumental o práctica, o como patrimonio cultural y científico, sino como instrumento de progreso. Esto supone involucrar a la ciudadanía (Ciencia con y para la Sociedad) más allá de los procesos de divulgación, activando modelos sistémicos de Public Engagement (PE) y Science Education que integren, coordinadamente, los ejes de comunicación y participación.
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