Redacción. Con las gradas vacías y el incalculable aliento de su fiel infantería desde casa, se presentaba este domingo el Real Betis en el Villamarín para enfrentarse al Real Valladolid en la segunda jornada de LaLiga. Una cita en las que los verdiblancos pretendían darle continuidad a la victoria obtenida en el primer envite del calendario frente al Deportivo Alavés. Luces, cámara, acción. Estreno en casa con el objetivo de brindar una alegría a esos béticos que ahora se ven obligados a empujar a sus futbolistas frente a una pantalla.
Sin cambios en el once inicial respecto al que arrancó la temporada en Mendizorroza, Pellegrini hacía hincapié durante la semana sobre la obligación de convertir el verbo ganar en rutina, saboreando el primer botín de la campaña en su justa medida y centrando desde el lunes todos los esfuerzos en cómo resquebrajar a uno de los rivales más complicados de la categoría.
Frenético
El pistoletazo de salida fue frenético, explosivo, de ahí que el paisaje se tornase inmejorable para los verdiblancos nada más iniciarse el choque. Un penalti por mano dentro del área fue transformado con maestría por Nabil Fekir en el minuto ocho. Una pena máxima que respondía a la intensidad y ahínco con el que pisaron el césped los hombres de Pellegrini, dominadores absolutos de la primera mitad.
Sólidos, serios y con una concentración encomiable en todas sus líneas, exhibiendo una verticalidad y un exquisito manejo del balón. Las rápidas circulaciones hacia la potería contraria posibilitaron que los béticos ampliaran la ventaja pocos minutos después. Una estupenda jugada del cuadro heliopolitano que se remachó por Wiliam Carvalho con un estupendo disparo desde la frontal del área. El latigazo del internacional portugués, imposible para Roberto, rebajó aún más las opciones visitantes, condenadas a una superioridad manifiesta de los heliopolitanos a lo largo del primer acto.
Segunda mitad
En el segundo periodo, los pucelanos, obligados a adelantar su dibujo para estrechar diferencias en el marcador, nivelaron la batalla y provocaron que esa sensación de gobernabilidad total por parte del Real Betis no fuese tan apabullante. Sin embargo, los locales, guiados por unos colosales Guido Rodríguez y William Carvalho, a los que se sumó un imperial ejercicio defensivo por parte de toda la retaguardia, no pasaron excesivas dificultades para conservar la renta.
Con apenas inquietud en la meta guarnecida por Claudio Bravo, bien es cierto que los vallisoletanos dieron algún pequeño susto gracias a ese paso adelante al que se vieron abocados. Un gol que se anuló por claro fuera de juego a Weissman y un remate de Kike que incordió algo la red protegida por el guardameta chileno, pero un chut de Joaquín repelido por Roberto ponía inmediatamente la réplica y disminuía cualquier atisbo de rebeldía de los blanquivioletas. Traspasado el ecuador de la segunda parte, las oportunidades se fueron alternando, con Borja Iglesias y Orellana como protagonistas de ambos conjuntos.
Dos triunfos
Quizás por el cansancio o sabedores de que viendo cómo desarrollaban los acontecimientos, el preciado tesoro de los tres puntos podía acariciarse con las manos, el combate bajó su ritmo en los últimos minutos, donde el Betis manejó los tiempos sin pasar apuros y taponando con practicidad los tímidos acercamientos de su oponente. Debut de Paul, minutos para Sanabria, quien gozó de una ocasión para hacer el tercero a la salida de un córner, y primera alegría del curso en el Villamarín.
Dos triunfos en dos encuentros que le sirven a los de las trece barras para firmar su mejor comienzo liguero desde la campaña 1996/1997.
Dos partidos, dos victorias. Seis puntos, tres goles a favor y cero tantos en contra. Que el ritmo no pare.
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